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PERICLES.

yendo en disminucion por toda aquella basta el punto en que la raíz del cuerno tomaba principio. Por lo pronto Anaxágoras fué muy admirado de los que se ballaron presentes; pero de allf á poco lo fué tambien Lampon, cuando desvanecido el poder de Tucidides, recayó en Pericles todo el manejo de los negocios públicos. Mas á lo que entiendo, ninguna oposicion ó inconveniente hay en que acertasen el fisico y el adivino, y que atinase aquél con la causa, y éste con el fin; siendo de la incumbencia del uno el examinar de dúnde y cómo provenia, y del otro pronosticar á qué se dirigia y qué significaba. Los que son de opinion de que el hallazgo de la causa es destruccion de la sefñal, no reparan en que juntamente con las señales de las cosas divinas quitan las de las artificiates y humanas: el ruido de los discos, la luz de los faros, ei puntero de los relojes de sol, cada una de las cuales cosas por artifieio y disposieion humana es signo de otra. Mas esto quizá es más bien asunto de otro tratado que del presente.

Pericles ya desde jóven se iba con mucho tiento con el pueblo, porque en la conformacion del rostro era muy parecido á Pisistrato el tirano; y los más ancianos admiraban en él, cuando le oian hablar, lo dulce de la voz y la volubilidad y prontitud de la lengua por la misma semejanza.

Siendo además expectable por su riqueza y su linaje, y teniendo amigos de mucho podee, de miedo del ostracismo ninguna parte tomaba en las cosas de gobierno; pero en los ejércitos se acreditaba de valeroso y arriscado. Cuando ya murió Aristides, Temístocles fué condenado, y Cimon estaba constantemento con la escuadra fuera de la Grecia, se fué Pericles aproximando al pueblo con tal arte, que tomó la causa de la muchedumbre y de los pobres, en vez de la de los pocos y los ricos, no obstante que su carácter nada tenía de popular; sino que temeroso, á lo que parece, de caer en sospecha de tiranta, y observando que Cimon era aristocrático y muy preciado de lo mejor de la ciudad,