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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

mapecieron con los derechos de ciudadanos por haber sido declarados Alenienses subieron á catorce mil y cuarenta. Sin embargo, pues, de que era muy duro que una ley de tan gran poder contra tal muchedumbre fvese abrogada por el mismo que ántes la habia propuesto, el infortunio presente, venido sobre la casa de Pericles como castigo de aquel orgul!o y vanagloria, quebrantó los ánimos de los Atenienses; los cuales, conceptuando que contra aquél se habia declarado la ira de los Dioses, y la humanidad pedia se le diese consuelo, vinieron en que su bijocspurio fuese escrito en su propia curia, y tomaşe su nombre. A este más adelante, habiendo sido vencid ó en la batalla de Arginusas, el pueblo le hizo dar muerte, juntamente con los otros sus colegas de mando.

A este tiempo la peste acometió á Perictes, no con gran rigor y violencia como á los demas, sino produciendo una enfermedad leata, que con varias alternativas poco á poco consumia su cuerpo y debilitaba la entereza de su espíritu.

Asi es que Teofrasto, moviendo en su trațado de Etica la duda de si nuestras costumbres siguen en sus vicisitudes á la fortuna, y si conmovidas con las enfermedades del cuerpo decaen de la virtud, reflere que Perieles, estando ya malo, á un amigo que fué á visitarle le mostró una nómina que las mujeres le habian puesto al cuelto, para baeer ver lo malo que estaba cuando se prestaba á aquellas necedades. Estando ya para morir, le hacian compañia los primeros entre los ciudadanos y los amigos que le quedaban, y todos hablaban de su virtud y de su poder, diciendo cuán grande habia sido; median sus acciones, y contaban sus muchos trofeos, porque eran basta nueve tos que mandando y venciendo habia erigido en bonor de la ciudad.

Decíanselo esto unos á otros en el concepto de que no lo percibia, y de que habia ya perdido enteramente el conocimiento; mas él lo habia escuchado todo con atencion, y esforzándose á hablar, les dijo que se maravillaba de que