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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

quiso, sino que lo dejó para ocasioa ó motivo de venir á las manos. Luégo que vió á Minucio separado de Fabio, esparció de noche por las acequias y por las cuevas á algunos de sus soldados, y al rayar el dia abiertaumentė envió otros en corto número á ocupar el collado, para llamar y bacer caer hácia aquel paraje á Minucio: y asi cabalmente sucedió; porque primero envió éste las tropas ligeras, despues la cabaliería, y á la postre, viendo que Anfbal enviaba socorro á los del collado, bajó con todas sus fuerzas en órdeu de combatir: y babiendo trabado una recia batalia, atropellaba á los que sostenian aquella altura, envuelto con ellos en una lucha muy igual; basta que observándole Aníbal malamente engañado, y que dejaba la espalda enteramente descubierta á los de la celada, dió á éstos la señal: salieron entónces por diversas partes á un tiempo, y los acometieron con griterla, y destrozando la retaguardia, es inexplicable la turbacion y abatimiento que cayó sobre los Romanos. Quebrantóse tambien la arrogancia del mismo Minucio, que dirigia sus miradas ya á este, ya al otro caudillo, no osando ninguno mantenerse en su puesto, sino entregándose todos á la fuga, que no les fué de provecho, porque los Numidas, que eran ya dueños del terreno, acabaron con los dispersos.

¡En tan mala situacion se hallaban los Romanos! pero Fabio no ignoraba su conflicto; ántes habiendo previsto, segun parece, lo que iba á suceder, tenia todas las tropas prontas sobre las armas, y para saber lo que pasaba no se valió de esplas, sino que él mismo se puso de atalaya delante del campamento. Luego que vió cortado y desordenado el ejéreito, y llegó á sus oidos la griteria de los que no guardaban formacion, sino que buian espantados, dándose una gran palmada en el muslo, y sollozando profundamente: «;Por Hércules, exclam6, eómo Minucio se ha perdido más presto de lo que yo esperaba, aunque quizá más tarde de lo que él hubiera deseado!» Y dando órden de sa-