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FABIO MÁXIMO.

la formacion, porque lo más fuerte y aguerrido de sus tropas lo colocó de uno y otro lado del centro, y éste lo llenó de lo más endeble, haciendo que esta especie de cuña saliese bastante adelante respecto del cuerpo de la falange.

Encargó á los más esforzados que cuando los Romanos acometiesen á estos, y llevándoselos por delante el centro quedase abierto, y formando seno recibiera á aquellos dentro de la falange, haciendo ellos una conversion por uno y otro lado, los cargasen oblicuamente y los envolviesen cogiéndolos por la espalda, que fué, á lo que parece, lo que causó tan gran mortandad: pues luégo que cediendo el centro se llevó tras sí en su persecucion á los Romanos, y que la falange de Anfbal, mudando de posicion, formó como media luna, y doblando repentinamente las tropas elegidas á la voz de sus jefes unos á la izquierda y otros á la derecha, cubrieron los claros; entóaces todos los que no previnieron el ser cercados, se encontraron como presos, y perecieroa. Dicese que tambien á la caballería romana le ocurrió un accidente extraño; porque berido, á lo que se cree, el caballo de Paulo, lo derribó, y de los que estaban á su lado se fueron apeando uno, y otro y otro, y á pié se le pusieron delante para protegerle. Los de á caballo al verlos, pensaron que aquello dimanaba de una órden general, y echando todos pié á tierra, así se arrojaron sobre los enemigos; lo que observado por Anibal: «Más quiero esto, exclamó, que el que me los hubieran dado atados.»

Pero estos incidentes son para los que escriben la historia con toda extension. De los eónsules, Varron con unos pocos se retiró á la ciudad de Venusia; pero Paulo en el desórden y confusion de aquella fuga, plagado su cuerpo de los dardos clavados en las heridas, y oprimida su alma con tal desgracia, se habia sentado en una piedra esperando un enemigo que le diera la muerte. Estaba, por la mucha sangre que le inundaba la cabeza y el rostro, enteramente desfigurado, de modo que sus amigos y sus mismos sir-