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PLUTARCO.—LAS VIDAS PARALELAS.

cion de los aliados, era Fabio de opinion que debian contenerse, y excitarse en éstos el pudor, hablándoles suave y mansamente, sin descubrirles todo lo que se sabe, y sin manifestarse del todo incomodado con los que se hacen sospechosos. Asi se diee que habiendo entendido que un Marso, buen militar, y en linaje y valor muy principal entre los aliados, habia movido con algunos pláticas de defeccion, no se irritó con él, sino que reconociendo que injustamente habia sido olvidado: «Ahora, le dijo, la culpa ha sido de los jefes que distribuyen los premios por favor más que por consideracion al mérito; pero en adelante culpaos á vos mismo si no vinieseis á mi y me dijeseis lo que echais ménos;» y dicho esto le regaló un caballo hecho á la guerra, y le remuneró con otros premios; con lo que desde entónces lo tuvo muy adicto y muy apasionado. Porque le parecia cosa terrible que los aftcionados á caballos y perros borren lo que hay de áspero é indócil en estos animales, más bien con el cuidado, la suavidad y el alimento, que no con latigazos y ataduras; y que el hombre que tiene mando no ponga lo principal de su esmero en la afabilidad y la mansedumbre; portándose todavía con más dureza y violencia que los labradores, los cuales á los cabrahigos, los peruétanos y los acebuches los ablandan y suavizan ingertándolos cn olivos, en perales y en higueras. Refiriéronle asimismo los Centuriones que un Luqués se marchaba del campamento y abandonaba á menudo su puesto: preguntóles qué era lo que en lo demas sabian de su porte; y como lodos á una le asegurasen que con dificultad se encontraria otro tan buen soldado como él, y al mismo tiempo le indicasen aquellas proezas y hazañas suyas más señaladas, se puso á inquirir la causa de aquella falta. Informósele que enredado aquel soldado en el amor de una mozuela, con gran peligro y haciendo largos viajes se iba cada dia á verla desde el campo. Envió, pues, á uno sin noticia del soldado para que trajese aquella mujer, la que