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FABIO MÁXIMO.

ocultó en su tier.da, y baciendo venir sólo al Luqués, «No creas, le dijo, se me oculla que contra nuestros usos y contra nuestras leyes has pernoctado muchas veces fuera del campamento; pero tampoco se me oculta que ántes habias sido excelente soldado: pues lo mal hecho hasta aquí quede compensado con tus valerosas hazañas, mas para en adelante ya tengo yo á quién encomendar tu guarda.» Maravillóse á esto el soldado, y haciendo salir entónces á la mujer, «Esta, le dijo, me es fiadora de que ahora te estarás quieto en el ejército con nosotros; y tú con tus obras me harás ver si faltabas por algun otro mal motivo, y que el amor y ésta no eran más que un pretexto aparente.» Así se cuentan estos sucesos.

La ciudad de los Tarentinos, que por traicion habia sido lomada, vino á su poder en esta forna: militaba bajo sus órdenes un jóven Tarentino que en el mismo Tarento tenía una hermana muy fina siempre y muy amante de él.

Eslaba enamorado de ésta un Breciano, oficial de las tropas que Anibal habia puesto de guarnicion en la ciudad, y de aquí le nació al Tarentino la esperanza de salir con su idea; para lo que con noticia de Fabio se encaminó á casa de la bermana, diciendo á ésta que se habia fugado. En los primeros dias el Breciano se estaba en sa casa, por pensar la hermana que aquél ignoraba sus amores; pero muy luégo le dijo á ésta el jóven, que allá le habian llegado las nuevas de que tenia amistad con un hombre ilustre y de poder: por tanto, que quién era éste; porque si era distinguido, como se decia, y de una conocida virlaud, la guerra, que todo lo confunde, hace poca cuenta del origen, y que nada hay que deshonre cuando media la necesidad; ántes en tiempos en que la justicia anda decaida, es una fortuna tener de su parte al que dirige la fuerza. Con esto la bermana hizo llamar al Breciano y se le dió á conocer. Bien pronto el hermano se puso de parte de éste en sus amores; y aparentando que trabajaba por hacerle más benigna