y condescendiente á la hermana, se ganó su confianza: de manera que le costó poco hacer mudar de partido á un hombre enamorado y que estaba á soldada, con la esperanza de grandes dones que le prometió recibiria de Fabio.
Así refieren este hecho los más de los escritores; pero algunos dicen que la mujer que ganó al Breeiano no fué Tarentina, sino Breciana tambien de origen, y concubina de Fabio; la cual, habiendo entendido que era su compatriota, y conocido suyo el que entónces mandaba los Brecianos, se lo propuso á Fabio, y yendo á conversar con él al pié de los muros, logró atraerlo y seducirlo.
Miéntras se trataban estas cosas, maquinando Fabio lla - mar á otra parte la atencion de Aníbal, envió órden á los soldados que estaban en Regio, para que hiciesen correrias en el campo Breciano, y poniendo sitio á Cauionia la tomasen por asalto. Eran estos unos ocho mil hombres, pasados los más, gente de poco provecho, de los que de Sicilia habian sido deportados y notados de infamia por Marcelo; de cuya pérdida poco sentimiento y daão habia de resultar á la ciudad: esperó, pues, que poniendo á és- Los ante Anibal como un cebo, así lo echaria léjos de Tarento; lo que justamente sucedió: porque en su persecucion corrió allá Aníbal con bastantes fuerzas. Al sexto dia de sitiar Fabio á los Tarentinos, vino á éi por la noche el jóven, que ayudado de la hermana, tenía con el Breciano concertada la entrega, trayendo sabido y registrado el lugar donde el Breciano tendria el mando, y cediendo, lo entregaria á los invasores. No dejó, sin embargo, que todo fuese obra de la traicion; sino que, pasando él mismo al punto designado, esperó allf en sosiego, y en tanto el resto del ejército acometió á los muros por tierra y por mar, moviendo al mismo liempo mucho ruido y estruendo, hasta que acudiendo los más de los Tarentinos por aquel lado á auxiliar y socorrer á los que defendian las murallas, el Breciano hizo á Fabio señas de ser aquel el momento oportu-