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FABIO MÁXIMO.

no, y subiendo con escalas, se apoderó de la ciudad. En esta ocasion parece que se dejó vencer del orgullo: porque mandó dar muerte á los principales de entre los Brecianos, para que no se viera tan á las claras que el tomar la ciudad no se babia debido sino á la traicion: con lo que no consiguid esta gloria, é incurrió en la nota de perfidia y de crueldad. Murieron tambien muehos Tarentinos; y los que se vendieron fueron hasta treinta mil: la ciudad fué saqueada por el ejército, y en el erario entraron tres mil talentos. Recogianse y llevábanse asimismo todas las demas cosas de precio, y pregunlando á Fabio el amanuense, qué mandaba acerea de los Dioses, diciéndolo por las pinturas y las estatuas, «Dejemos, le respondió, á los Tarentinos sus Dioses con ellos irritados.» Con todo, levando de Tarento la estatua colosal de Hércules, la colocó en el Capitolio, y al lado puso una estatua suya eeuestre en bronce; mostrándose en esto ménos avisado que Marcelo, y ántes dando motivo á que se biciesen más admirables la humanidad y dulzura de éste, segun que en su Vida lo dejamos escrito.

Anfbal, yendo en su persecucion, no estaba ya más que á cuarenta estadios; y se dice que en público prorumpió en esta expresion: «Hola! tambien los Romanos tienen otro Aníbal, pues hemos perdido á Tarento como lo habíamos tomado;» y que en particular se vió entónces por primera vez en la precision de manifestar á sus amigos, que ántes habia visto como muy dificil, mas entónees como imposible sujetar la Italia con los medios que les quedaban.

Triunfó por estos sucesos segunda vez Fabio, siendo este triunfo más brilante que el primero, como de fuerte atleta que ya medía sus fuerzas con Anfbal y en breve iba á deshacer el prestigio de sus hazañas, como nudos ó vínculos que ya no tenian la misma fuerza; pues ésta por una parte se enervaba con el regalo y la riqueza, y por otra parte se debilitaba y quebrantaba con inútiles combates. Era Marco