BL ALMA DE LA MUJER 113 un alma capaz de gozar y sufrir; era diferente de cuantos hasta allí viera. Y entonces fué cuando el estudio de la ana- tomía me inspiró esa repugnancia que generalmente se cree debe inspirar.
Lo mismo me ocurrió cuando tuve que ir al hospital. Aquellos enfermos puestos en hilera, silenciosos, en los que yo había de observar únicamente los síntomas de una enfer- medad, no me parecían seres vivos ni los vivificaba tampo- co la lección del profesor, el cual los trataba como casos clí- nicos, ni menos todavía el historial clínico colgado de la ca- becera del lecho y que hablaba de enfermedades adquiridas o hereditarias, Eran pacientes, y no empezaban a convertirse para mí en seres vivos, es decir, a interesarme, hasta que no se ponían a contarme su vida, sus lacerías, dolores y ale- grías.
Lo que a mí me sucedió con la anatomía y el hospi- tal, surédeles a muchas mujeres, en igualdad de condiciones. Para la enfermera, los pacientes de su turno son muy dife- rentes de los enfermos de los demás turnos, a los que perso- nalmente no conoce,
INFLUENCIA DEL AMOR
El que la mujer no posea, como innata, la pasión por las ciencias abstractas o por el arte, no quiere decir que no reúna con frecuencia especiales aptitudes y no pueda dedi- carse con fruto.a esos trabajos. Aparte la necesidad—<stí- mulo general para cualquier ocupación—, podrán impulsar- la a esos estudios otras varias razones, despertando a veces en ella una verdadera pasión con todas las características de una pasión congénita, anterior a todo: el placer de dar guscto a los seres queridos que con ella conviven y sienten positivo amor a esos estudios; la ambición de poderles ayudar, el an- helo de participar en sus preocupaciones morales. intelectua- les y materiales. . :
Si me permitís que aduzca otro ejemplo de introspec- ción personal que, a falta de otro, tiene el mérito de ser ab- solutamente sincero, diré que yo he sentido harto bien el efecto de ese estímulo.
