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ral resaltaba en todos los pormenores y cuando todos los por- menores podían conducir a la idea madre.

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Otra desventaja de la preponderancia de la intuición es la incoherencia, la poca claridad que se observa en las obras literarias femeninas, lo mismo que en los razonamientos de la mujer.

La intuición no es un razonamiento en el que las ideas se vayan lógicamente desgranando las unas de las otras, sino una inspiración, un chorro intermitente, en que las ideas brotan a saltos sucesivos sin otro lazo entre sí más que la sucesión; por lo cual resúltale a un instintivo mucho más difícil que a un deductivo imponer leyes y coordinar a sus ideas. La incoherencia a su vez engendra confusión. Las Obras literarias de la mujer, sus discursos, sus cartas, suelen ser confusas por la falta de hilación; y lo son también por- que, recibiendo todas sus ideas de la intuición, no tienen me- dio de distinguir su respectiva importancia, y porque para hablar con claridad, es menester formular un razonamiento consciente, expresar ideas intermedias y atinar con el enlace que las ha conducido a aquel punto; ideas y enlace que en el intuitivo son inconscientes y, por lo tanto, resultan ig- norados para la mayoría de las mujeres. Pero nosotras resul- tamos confusas sobre todo porque permitiéndonos la intui- ción comprender las cosas al vuelo y acostumbrándonos a que al vuelo nos comprendan, no sentimos pleno estímulo que nos mueva a hacer el esfuerzo necesario para ser claras. Explícase claro el hombre porque no comprende a los de- más cómo no le hablen claro. Obsérvese, por el contrario, que la confusión suele ser clara para nosotras, mientras que nos resulta obscura la expresión técnica precisa, abstracta de los hombres. Los estatutos de una sociedad, los reglamentos y leyes, y hasta las explicaciones de las cajas de juegos in-

fantiles que por fuerza han de ser claras, nos resultan a veces a nosotras confusas,

Para concluir: