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EL ALMA DE LA MUJER 145 da y expresar mejor sus ideas, viniendo a ser algo así como el estudio de una lengua extraña que no aumenta los concep- tos, pero sí acrece los medios de mantener comunicación con el mundo externo.

Además, si estos estudios no aguzan su cerebro, presentan la ventaja de no fatigarla en demasía ni causarla excesivo te- dio.

La memoria y la intuición permiten por sí solas a las mujeres seguir los mismos programas escolares que los hom- bres y alcanzar el mismo grado de cultura exterior que el hombre, es decir, poderse licenciar en alguna carrera y hasta hacerlo con mayor brillantez y fijar en su mente toda la cien- cia y la experiencia que los hombres aprenden en los libros con el razonamiento, la deducción, la lógica, la reflexión y la atención.

Si la muchacha es de mediano ingenio, esto es, de in- tuición no más que mediana y ha de llegar a licenciarse con ayuda de la memoria, el aprender le costará mucho trabajo; pero atendida su pasión por la actividad y su amor propio, mucho mayores que en el hombre, puede resultarle agradable incluso esa empolladura.

Pero el alcanzar, porel contrario, el mismo grado de sapiencia que el hombre por medio de la intuición, es la cosa más distraída y menos fatigosa que existe. La ciencia en este caso se adquiere por sí sola, como por ensalmo. sin saber cuándo ni de qué manera, Se oyen lecciones, se hacen ejerci- cios mecánicamene, se siznte, se trabaja y no se entiende jota. Dz pronto se tiene como una revelación y por intuición nos penetra una gran marejada de nociones. Se comprende enton- ces una suma de hechos y de reglas que ya antes se nos ex- plicaron o más tarde se nos explicarán. Sigue luego a este es- tado de erupción otro de reposo; y vuelta de nuevo a la re- velación y así sucesivamente. Y suelen ser esas lecciones qué menos les interesan a los muchachos, lecciones de ejemplos, las que precisamente brindan a las chicas estas revelaciones. En el fondo ese es, después de todo, el mecanismo con que de viva voz se aprenden las lenguas exóticas, Isabel Browning. que aprendió griego, sólo de oír las lecciones que le daban al