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EL ALMA DE LA MUJER 169

Las mujeres que lograron imprimir la huella de su fi- no discernimiento en el arte, la ciencia y la política de su tiempo; las discretas ninfas egarias de los filósofos y los poe- tas, las alentadoras e inspiradoras de los genios de todas las épocas, cuyo perfume, conservados en los versos de los poe- ta. sus contemporáneos, combate todavía tan victoriosamen- te en las nuevas generaciones el vulgar prosaísmo de nuestros días; las mujeres que florecieron el mundo de alegría e hi- cieron por cegar las fuentes del dolor.

No; estas mujeres no hicieron ninguna obra maestra, pero las inspiraron y alentaron y las hicieron posibles. Apli- caron la alteza de su genio no a describir su angustia, sino 2- penetrar la angustia profunda que los ojos de los más no veían, a describir nuevos modos de conciliar la trágica y dolorosa posición de los mortales, y a hallar nuevos le- nitivos a las fatales desigualdades físicas y sociales que tanto nos afligen. No; esas mujeres no hicieron ninguna obra maes- tra; pero emplearon lo mejor de su genio en la labor de hacer comprender a los incomprendidos y luchar por el triunfo de la realidad y la verdad, cuya supresión representa uno de los males más terribles y peligrosos que a la parte mejor de la humanidad aquejan. No; no han dejado tras de sí ninguna obra maestra; pero la firmeza de su síntesis ha contribuido a atenuar las fatales desigualdades que somos obligados a sufrir y esas odiosas injusticias contra las cuales debemos rebelarnos, al par que su. corazón y su talento aplicáronse a despejar la confusión moral de su siglo—haciendo prevalecer el dechado de lo bueno y lo bello—y ofrecer a la muper modelos con los cuales conciliar la misión, siempre la misma, de madre con aquella otra, eternamente mutable, de inspiratriz educadora.

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Pero, teóricamente, impulsados por la fuerza de la cos- tumbre de considerar al hombre.como la suprema perfección de todo lo creado, escritores y pueblos de los tiempos moder- nos hanse dejado inducir a engaño, concluyendo por medir la valía de la mujer con el mismo metro que la del hombre, re- servando sus alabanzas y públicos encomios para aquellas mu-