Página:Lombroso El alma de-la mujer.djvu/178

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egoísta e indiferente para con el prójimo; que el filántropo es, con harta frecuencia, un vulgar vanidoso, y que el ver- dadero valor suele morir a manos de aquellos mismos que se las daban de sus más entusiásticos mantenedores. La mujer superior ve con absoluta claridad que aquellos que blasona- ban de querer sacar a la luz del día el verdadero mérito, re- sultan luego una gentecilla envidiosa, comida de los celos, enemiga de todo lo bueno y hermoso, que el hombre que dice amarla, no ama sino el placer que ella puede proporcionarle; y por esto, por peretrar así la realidad de las cosas, es por lo que puede distinguir, a la primer ojeada, los verdaderos genios de los falsos, las ideas realmente buenas, de aquellas otras que sólo tienen de tales la apariencia, y por lo que pue- de también brindar un lenitivo al que sufre y abrir nuevos caminos a la vida, y armonizar las cosas que más dispares parecen.

Pero el contraste entre lo que la mujer superior ve y lo que no ven los demás; entre la realidad y la apariencia, el pesar, la timidez que de este contraste se engendra, las tor- turas con que paga las alegrías que proporciona, son verda- deramente terribles.

Sí: la mujer superior ve la realidad, pero la mayoría de los demás sólo ve la apariencia, y a ella ajustan sus actos, y ella, no la realidad, reina como soberana en el mundo. No son los sacrificios que hacemos, sino los que sabemos hacer resaltar en nuestra ventaja, los que nos granjean reconoci- miento. No son los bienes reales que proporcionamos, sino los aparentes, los que fuerzan a la admiración. No es tenido por benéfico y superior quien hace sacrificios reales, sino quien obliga a los demás a hacerlos, y siendo esto así, ¿cómo conducirnos en la vida? ¿Habremos de hacer sólo sacrificios aparentes? ¿Ofreceremos no más que bienes de pega y re- lumbrón? ¿Procederemos, no como es el mundo, sino como los otros se lo imaginan? Si la mujer superior estuviese do- tada únicamente de intuición y no de pasión, cierto que muy bien podría conducirse de esa “suerte; muchos genios varo- niles, hombres y mujeres, cimentan su celebridad en su supe- rioridad de intuición no acompañada de una correspondiente superioridad de pasión, empleando la intuición en su propio