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EL ALMA DE LA MUJER 185

entre el sentimiento que le inspira la hermana, la hija o la madre y el que le une con la mujer en general. Y por eso de- sea y exige en la hermana y la madre, condiciones, cualida- des y modos diferentes de los que le seducen y atraen en la mujer que ama.

Esta idea especial que el macho se forja del amor, este predominar en él de los sentimientos, placer, pasión—senti- mientos momentáneos, pasajeros, violentos, al margen de la razón—, hacen de su amor un incidente de la vida, una lla- marada de breve duración que alcanza el máximo de inten- sidad en su comienzo.

Por esto, por hallarse al margen de la razón, resulta su amor voluble y efímero, hasta cuando es sincero y violento; y se enciende ardoroso en su pecho en la edad juvenil en que está más ávido de gozar, y se entibia bastante en la edad madura, luego que ya se le apagó esa sed de goce; y por esto tienen tan poco valor sus juramentos, porque nadie manda en esos sentimientos que se hallan al margen de la razón.

Por esto—por escasear en su concepto del amor el ele- mento altruístico y predominar el elemento estético y pose- sivo—ama el hombre con más ardor a la mujer cuanto: más hermosa, agraciada, perfumada y elegante la encuentra, cuan- to más satisface su sentido estético, cuanto más representa una buena presa; por esto se cansa tan fácilmente de la mujer que ama, cuando cae enferma o se queda pobre o lo necesita, en una palabra, cuando amenaza con resultarle un motivo de tedio en vez de un placer, un objeto de conmiseración en vez de un objeto de orgullo; y se entibia o aviva tan fácil- mente su afecto, según cambien para mal o para bien el as- pecto exterior, las condiciones físicas de la mujer amada, y puede además extenderse al mismo tiempo a tantas muje- res, porque su sentido estético puede hallar fácilmente otras perfecciones estéticas que le atraigan en el mismo grado.

Por predominar en el amor del hombre el placer de la conquista, ama el hombre a la mujer que no posee, más que a la que ya posee; a la novia más que a la esposa, y a la mu- jer que haya de costarle riesgos y peligros, más que a aque- lla otra que tiene al alcance de la mano; y por esa misma razón, cree estar en el derecho de conquistar a su mujer con