Página:Lombroso El alma de-la mujer.djvu/212

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

210 GINA LOMBROSO RRA RARA RARA RADA NADIA aaa Anar emplea muchas veces esa energía sólo en su provecho y no al objeto de defenderla a ella. Con el actual sistema de erigir en prueba de amor la independencia mutua entre los deudos, suele darse con harta frecuencia en el escollo del abandono. de la soledad, y, finalmente, en la corrupción de la mujer que, cansada del abandono recíproco, empieza a suspirar por quien pueda ofrecerle al menos la ilusión de que ha de aprovechar mejor sus dotes, esto es, de que ha de saber dirigirla y man- darle.

Así que, nad? de leyes que eximan al hombre de toda autoridad en el seno de la familia y de todo cuidado con res- pecto a quienes siempre habrán de depender, hasta.cuando no dependan, de una palabra suya; sino leyes, tradiciones y cos- tumbres que regulen esta dependencia y esta autoridad en el modo más útil, así para la mujer como para la sociedad; le- yes, tradiciones y costumbres que regulen la posible colabora- ción de la mujer con el hombre y exhorten a este último a .no dejar baldías las dotes intelectuales y morales de la hem- bra e instruya al uno para que comprenda mejor al otro y a ambos para que se comprendan mejor a sí mismos y se per- caten de sus diferencias recíprocas.

Muchas asperezas de la conducta del hombre, muchas amarguras del corazón de la mujer, débense a no conocer ni uno ni otro a qué criterios obedecen, y menos todavía los del compañero, El hombre causará menos sinsabores a la muje: si consciente de la distinción que establece entre amor y es- timación, y de la amalgama que de ambos sentimientos hace la mujer, y consciente, por lo tanto, del dolor que dis- tinción semejante puede causarle a aquélla, modifica, por lo menos, su conducta exterior, en este respecto, supliendo con la razón lo que a su corazón le falta.

La educación y la razón hacen profunda mella en el hombre, más todavía que en la mujer, y modificándolo y me- jorándolo, será como podrá obtenerse un positivo mejora- miento de la situación de aquélla.

Acostúmbrese el hombre, el marido o padre, a compar- tir su trabajo con la mujer, a interesarse por sus dolores, a dirigir su actividad y disipar sus perplejidades y quedará re- suelto en sus tres cuartas partes el femenil problema, No hay trabajo hombruno en cuya parte moral o material no pueda