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EL ALMA DE LA MUJER 215


crédito que la mujer aplaudió con tanto entusiasmo, hale si- do fatal, y sobre todo, a la flor de las mujeres; porque cuan- do se fía la elección al acaso, como en el matrimonio de amor, es la más coqueta, la menos noble moralmente, la que con más facilidad se alza con la palma; como que sabe provocar más fácilmente la atracción física del hombre con pleno me- noscabo y detrimento de la mujer mejor que no se atreve o sabe hacer otro tanto. Supuesta la importancia que a los ojos de la mujer normal tienen la admiración y el aprecio sobre la atracción física, resulta más protegida cuando los padres se encargan de averiguar por ella si el hombre que ha de amar merece su estimación, que no cuando elije ella misma a cie- gas, sin más guía que la luz de una falaz mirada de pasión.

—-Pero eso es circunscribir al amor en los estrechos y an- ticuados límites del matrimonio—oigo decir—. ¿Pues qué? ¿Quién mo encuentre en él al amor habrá de renunciar a la que parece y es la aspiración más sincera y poderosa del alma femenina?

Claro que sí; sólo que ¿queréis decirme cuántos son los hombres y mujeres que llegan a satisfacer por completo en este mundo alguno de sus instintos, alguna de sus esperan- zas?

Los honores, la fama, esos puestos a que los hombres aspiran con todas sus fuerzas y que a veces constituyen el único fin de toda su existencia, no les dan derecho a tomarlos por la fuerza ni a quitar de en medio a quienes los ocupan.

El derecho al amor equivale exactamente al derecho a robar; el derecho a prevaricar, a conquistar en cualquier for- ma que sea la cosa deseada, derecho que ninguna sociedad puede admitir y que el bolchevismo ha admitido consecuen- te con su credo, al concederlos todos. Que si parece incruen- ta en el caso del amor la conquista, no menos complicadas y cruentas resultan por ello las confusiones y angustias genera- les que de él se derivan. .

Los límites del matrimonio tradicional son, en el fon- do, los más amplios en que la mujer pueda dar expansión a su amor, con relativa seguridad para ella y para la huma- nidad, Los únicos que pueden infundirles a la mayoría de los