Página:Lombroso El alma de-la mujer.djvu/28

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida

26 GINA LOMBROSO PEZ CTC ANAND RODADOS DE DO DDDDEDADEDDDDIIDD

tampoco la quiere y cuida a ella, como desearía. Anda siem- pre buscando la viejuca, como con un candil, nuevas razo- nes para nuevos trabajos y desvelos. Olvídase de los pasados goces, ya que los goces del altruismo y de la pasión son ina- ferrables, para acordarse únicamente de los sufrimientos que la memoria encona y agiganta; caen sobre ella a enjambres, lacerándole ei alma, pesares y rencores, y a esa edad. en que mejor podría entregarse al descanso y disfrutar, es precisa- mente cuando sufre más que nunca sufrió.

El período más feliz de su vida es para la mujer, aquel en que las atenciones familiares y sociales absorben por ente- ro su fuerza física y moral; cuando su espíritu hállase en un continuo estado de emoción real y natural; cuando su nece- sidad de ocuparse y preocuparse de los otros, encuentra un natural desfogue y aquéllos siéntense llevados sin esfuerzo, por virtud natural, a atenderla a ella; en esa edad de su vida en que es nodriza de sus hijos y su educadora, y su maéstro, y su amante, y su amada.

La mujer que no tiene en este mundo a nadie por quien afanarse y trabajar, alguien a quien consagrarse y que a ella se consagre también, la solterona que no tiene hermanos, so- brinos, niños con quienes encariñarse y que se encariñen de ella; desdichados cuyos dolores aliviar, erigiéndose en su pa- ño de lágrimas, que no halla modo de ejercitar sus instintos altruístas, su intuición, su actividad y su amor; que no es maestra, ni hermana de la Caridad, que no tiene una finali- dad viva y real en esta vida, que no tiene nadie que la sos- tenga ni a quien sostener... ágriase y deforma física y mo- ralmente.

Nada se le hace a la mujer tan insufrible como el ocio, la indiferencia, la pasividad; nada tan angustioso para ella como la vida sin emociones naturales, como la imposibilidad de atender, amar, odiar, influir en alguien y por alguien, como el que no la quieran y no poder querer ella.

Fijaos en Las ruedas de la Fortuna en que están reco- gidos los pronósticos que han demostrado los siglos ser los más codiciados de los mortales. Invariablemente encontraréis “que la mujer es muy sensible, que tiene un amor, que este amor es la causa de todos sus disgustos, pero que pronto ob-