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GINA LOMBROSO


para moderar estos instintos, no puede hacer gran cosa la ma- dre; pues, como mujer, inclínase a substituir un excesivismo con otro, más bien que a sofrenarlos todos. En cambio, es mucho lo que en este terreno puede lograr el hombre con su ejemplo y con su lógica. De aquí la importante función que en la educación de la mujer desempeña el influjo de un hombre, padre o hermano primero, marido o hijo después, que mo- dere sus instintos excesivos y sus sentimentalismos y encauce su espíritu de sacrificio y de devoción hacia fines útiles que puedan proporcionarle a la mujer la satisfacción de no con- sumir su vida en vano: La coeducación de varones y hembras hase acreditado de Óptima en este terreno, y las jóvenes que de ella gozaron, resultan generalmente menos sentimentales que las otras.

EXPANSIVIDAD-SOCIABILIDAD

Otra consecuencia general de la pasión e intuición de la majer es su expansividad.

Es la mujer mucho más expansiva que el hombre, es de- cir, que siente en grado infinitamente mayor que el hombre la necesidad de exteriorizar sus sentimientos y sus afectos, de confiarle a algún otro ser sus emociones e ideas. La niña suél- tase primero a hablar, no por más inteligente o precoz, sino porque el estímulo a expansionarse es en ella mayor que en el niño. En los asilos infantiles, cuando todavía la educación no ha impreso su huella, son las niñas las que acarician a los nenes y las que les hacen -las más tiernas declaraciones de afec- to. Los niños suelen quedarse entre atónitos y mustios, ante esas expansiones cuyo sentido no se les alcanza. En casa, en la escuela, con las maestras, los padres, amigas, hemanos y hermanas, son las hembras más expansivas que los varones £n su edad infantil; las niñas gustan de escribirse con sus pa- dres y sus amigas ausentes, mientras que para los chicos es un suplicio el escribir, no ocurriéndoseles nada que llevar al pa-

pel, lo que les sucede porque no sienten necesidad alguna de £Kteriorizar sus emociones.