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Cuando se le toma cariño a una cosa, aunque sea un pingo, una silla, una máquina de coser, se hace todo lo posi- ble por conservarlo, por lucirlo, utilizarlo y no dejar que se estropee. La habilidad, la paciencia, la constancia con que la mujer conserva y hace valer cuanto la rodea, habilidad tan preciosa para ja sociedad, tiene precisamente su raíz en este ingenuo 25”, en esta maternal vivificación que le permite prestar sus sentimientos y transformar en seres vivos cuan- tas co£ animadas viven en torno a ella,

Así como el rayo del sol se condensa en el carbón que templa los fríos invernales, así también este ingenuo amor que parece desperdigado al viento, transfórmase en todas esas artes, prácticas y económicas, en que es maestra la mujer.



GRATITUD—REGALOS

Otro sentimiento relacionado con esta vivificación de las cosas inanimadas es la vivacidad de la gratitud femeni- na, la profundidad del placer que siente ante la ajena gratitud.

Cuando una mujer necesita alguna cosa, un objeto, un consejo, ayuda material o moral, no titubea en pedirlo—<o- mo un favor—, de igual modo que no vacila en concederlo— como un favor también—, no bien se entera de que alguien lo necesita. La gratitud eterna es la generosa retribución con que se cree obligada a pagar hasta los más pequeños benzfi- cios recibidos, y gratitud, aunque mínima, es el premio que espera ella también por sus sacrificios realizados. También este sentimiento es necesario a sú principal fun- ción: la maternidad. El niño sólo puede dar gratitud, y úni- camente por favor puede pedir las cosas. Si la mujer no tu- viese ese instinto, no podría ser madre. Lo que no le sucede al hombre.

Al hombre le resulta tan desagradable hacer un favor como humillante el pedirlo, No gusta de hacer sacrificios por nadie h1 mostrar gratitud porque otros lo hayan hecho por él. Cuando a ello se ve obligado, no gusta de cristalizar su agradecimiento en un objeto que se lo esté continuamente re- cordando; no gusta de hacer ni de recibir regalos, Para sim- plificar este cambio de favores, que a pesar de tódo a él tam- bién le es necesario, ha inventado el hombre, a más de la re-