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EL ALMA DE LA MUJER 81

tribución fija, sociedades, compañías en las que cualquier fa- vor que hace le vale otro equivalente y de otro la propina; es decir, un dinero con que se pagan los favores que no se quie- ren o no se pueden pagar en otra forma. La propina. este mo- do tácito de retribución, por el cual se mide en liras o cénti- mos el valor del beneficio recibido o que se quiere dispensar, es una grosera parodia de la gratitud femenina, que se dife- rencia tanto de ella en la forma y la intención cuanto la amis- tad afectuosa de las puras relaciones de compañerismo. Quien toma la propina, sabe en liras y céntimos en cuanto calculan el servicio que ha prestado y puede guiarse por ese dato para saber hasta qué punto le conviene o no prestar otro semejan- te, de igual medo que en las sociedades o relaciones de com- pañerismo—no hablo de aquellas que se conciertan sobre la base de la puñalada limpia, sino de aquellas otras enyas fi- nas redes envuelven hoy todas las clases y profesiones-—,quien recibe un favor, sab» casi siempre con qué otro favor está obligado a volver las tornas.

Tanto dar como recibir, estas dos formas de repugnan por modo igual a la mujer.

Para la mujer es no sólo un motivo de alegría el hacer un favor, sino también el recibirlo. La gratitud no es para ella una humillación, sino una vanagloria. y por ello insiste tanto en sus expresiones de reconocimiento, porque le resul- ta gratísimo; y como la gratitud es para ella un placer, pro- cura objetivarla en alguna cosa que perdure y que a un tiem- po mismo pueda expresar su sentimiento. en un objeto. esto, es, en un regalo.

Un regalo no es para la mujer un simple objeto que no ha tenido que comprar, sino un objeto que contiene en sí cierta suma de sentimientos, cu expresa y simboliza cierta suma de emociones, o que ella se hace la ilusión de que per- petúa todo eso. Y por el hecho de que un objeto pueda cris- talizar para ella tantos sentimientos diversos, es por lo que el regalo le resulta tan grato. La mujer no puede amar al indi- viduo incapaz de hacer un regalo, porque a su juicio, tal in- dividvo es incapaz de agradecer o no qpniere reconocer los sacrificios que por él se hacen.

Por esta misma razón no quiere tampoco la mujer re- galos en metálico, sino en objetos, porque no quiere que la

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