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—¿De qué trataba? — preguntamos todos con curiosidad.
— Nada menos que de la historia del libro, -— res- pondió Ester. —Con gran SUnpresal aprendí ques anti- guamente no había ¿+ ra libros como los que se hacen ahora.
— ¿Es posible? — exclamó Rosalía muy intrigada.— Y ¿cómo eran enton- ces?
—Según parece, los primeros libros se escribían a mano —contestó Ester.
— ¡Qué fatigoso debía ser ese tra- bajo! — interrum- pió Lucía. qe Miera
—Muy largo y Página de un manuscrito. muy penoso, —continuó aquélla. — Dicen que por eso el que tenía un libro lo cuidaba como un tesoro, pues de cada obra no existían sino muy pocos ejem- plares. Además, las páginas de los libros no eran de papel sino de pergamino.