Página:Lopez La seniorita Raquel.djvu/32

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visto la luz en climas igualmente abrasadores: los unos en el Brasil, los otros en Puerto Rico...

Como si todavía no me hubiera quemado bas-

tante, los hombres me torturaron, tostándome en cilindros de hierro y reduciéndome a polvo. A Luego he sido rociado con agua hirviente, y aquí me tienes, a la espera del que ha de ser mi último verdugo. Ya comprende- rás, pues, que no puedo ser sino amargo. Por eso me he recon- centrado y guardo mi aroma ex- quisito. Los hombres aman ese aroma especial que da ánimo al cuerpo y vivacidad al espíritu.

En cambio tú has vivido una vida de placeres, y por eso... Hama de aleta 0 or — ¡Una vida de placeres, dices!

y frutos. — saltó el vino. —¡Cómo se co- noce que no has estado tú en el pellejo de la uva que me dio el séri Amiguito, nada han sido tus torturas comparadas con las mías.

Es cierto que yo he tenido la felicidad de nacer bajo un cielo menos cálido y más risueño, al pie de las montañas andinas. No sé si lo habrán pa- sado igualmente bien mis hermanas de Italia y de