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El jefe indio no supo decirle más sino que, subiendo un río de allí cerca, y á las dos ó tres jornadas, tomando á mano izquierda, se veía el mar. Añadió que más al Sur, por algunos ríos de la cordillera, había visto bajar huincas (españoles) en barcos pequeños. Referíase, sin duda, al gran lago Nahuelhuapí y á los españoles de Chiloé; pero con las escasas noticias que Cabrera tenía de la tierra, entendió que esos huincas eran los Césares, y más esperanzado que nunca, determinó avanzar hasta encontrarlos.

La zona en que ahora se hallaba Cabrera podemos ubicarla en la hoya del Neuquén, valle ancho y feraz, considerado como el territorio mejor de la Patagonia, que riega el Neuquén (correntoso en indio), poderoso afluente norte del Río Negro.

Un hermoso paisaje rodea la confluencia de ambos ríos. En lontananza, los picos nevados de la sierra que alimentan las lagunas misteriosas, madres de estos ríos; y á vista de ojos, peñascos ciclópeos alineados simétricamente al pie de altas pirámides y entre mangas de cipreses, como sarcófagos de titanes. Laureles, canas y floridas enreda-