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yerba y agua. La península se estrecha en ciertos puntos, y sus costas ofrecen hospitalarias ensenadas. Derecho á la costa se dirigió Mascardi y orilló el mar que, según los indios, había de llevarle á los Césares.

En el camino había encontrado numerosas tolderías, y en todas ellas fué bien recibido, previo el anuncio de tres humaredas, señal entre los tehuelches de que el viajero que se acerca viene de paz. En prenda de amistad, repartía á los caciques chaquiras, cascabeles y bizcochos, y ellos le pagaban con pieles de guanaco ó con libaciones de chicha. Mascardi era robusto y comía la carne de caballo y bebía la chicha sin hacerle daño.

Andando, andando, encontró á Votún (varón), marido de Huanguelé, cacique que en uno de los viajes á la cordillera había sufrido una sorpresa de los españoles de Chile, en la que le arrebataron su mujer, y ahora residía en la boca del Río Salado. Estaba rico y poderoso, porque tenía el monopolio de unas salinas, y los indios sureros apetecían mucho la sal para la buena digestión de la carne, base de su alimentación.

Votún se había consolado del rapto de Huanguelé tomando cuatro mujeres nada menos; una de ellas blanca, arrebatada, sin duda, en un malón. La infe-