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liz llevaba el pelo cortado, señal de cautiva, y parecía ser la favorita del cacique; de modo que á éste le causó muy poca gracia la vuelta de la mujer perdida.

Huanguelé, resentida del desaire, le pidió licencia para divorciarse, y alegando ser cristiana le anunció su propósito de quedarse con Mascardi. Votún se lo concedió de muy buena gana, y haciéndole puente de plata, les agenció un toldo para los dos, pensando el bellaco que Mascardi le había sustituido en el disfrute de Huanguelé.

Asombrado quedó Votún cuando Mascardi le manifestó que no podía tener trato con mujer, y que le rogaba le diese aposento por separado; de todos modos, el jefe indio festejó la llegada de los viajeros con una borrachera formidable, á la que tampoco quiso asistir Mascardi, El tehuelche no sabía qué pensar de un hombre que, pareciendo más que todos, ni usaba armas, ni tenía mujer, ni se embriagaba.

Como el afán de Mascardi era el descubrimiento de los Césares, es natural que averiguase su paradero, preguntando por ellos á Votún. Este le informó que, en efecto, dos jornadas al sur, "á orillas