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Según esta confidencia, las empresas de Mascardi transmitidas por los indios, se habían sabido en Buenos Aires y algún otro establecimiento del Atlántico, hasta el punto de prepararse una expedición para salir á su encuentro, si bien rodeando el Estrecho, porque el camino por tierra lo tenían cerrado los indios. Era el eco de una misma voz que se desdoblaba y repercutía de un extremo á otro de la Patagonia. En tanto el misionero de Nahuelhuapí buscaba desolado la ciudad encantada del oriente, la gente del Río de la Plata creía en unos Césares chilenos á orillas del lago Nahuelhuapí, y á Mascardi poco menos que su jefe ó patriarca.

El mismo indio lenguaraz anunció la llegada de su cacique que venía de los Césares.

Salió Mascardi al encuentro del viajero, y vió un indio jactancioso y vano, metido en una casaca galoneada, al estilo español. Cambiados los primeros saludos, el cacique anunció con mucho imperio que traía una carta del "Capitán de los huincas".

A Mascardí le brincó el corazón de gozo. ¿Sería la anhelada respuesta de los Césares?... Cogió el pliego y leyó: