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en lo que más reparó fué en las letras coloradas.

La entrevista fué corta, porque ambos estaban excitados por mutua desconfianza. Mascardi, que conocía el carácter alevoso de los indios, empezó á abrigar serios temores por su seguridad con la súbita amistad despertada entre los dos caciques; en tanto que el Cacique Negro recelaba dela aparición inesperada de Mascardi, con hombres de fusil, por un camino nuevo.

De este recelo se aprovechó Antullanca para hacer aliado suyo al cacique moluche. Dióle á entender que la misión de Mascardi era establecer un punto de contacto entre las guarniciones españolas de Chile y del Río de la Plata, y que ellos debían estorbarlo á todo trance, defendiendo la pampa del amago extranjero. Con esto se estrecharon las relaciones entre el Cacique Negro y Antullanca, hasta el punto que juntaron sus toldos á distancia del cuartel de Mascardi.

Tan sospechosa se hizo la actitud de la indiada, que el sargento español que mandaba la escolta expresó la conveniencia de atrincherarse y velar las armas. Confirmó este temor ver que empezaban á faltar caballos de los que se soltaban para pacer. Una mañana se vieron los pastos quemados y mudarse algunos toldos, con el ganado y las mujeres