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señalaba el curso y entronque de los rios, especialmente del Negro, por el que ahora navegaba.

Como el piloto español iba contra la corriente y el río llevaba poca agua, por ser época del verano, su tripulación tenía que echarse al agua diariamente para arrastrar las embarcaciones por los bajos ó abrir canales. Otras veces tropezaban con barricadas de troncos ó de peñones á flor de agua y no había más remedio que tirar las chalupas á la sirga. Al mes de la partida, arribó á la isla de Choelechel, la tierra del gigante Cacapol, el amigo de Falkner. De toda la familia del cacique quedaba una hija, con la que Villarino trabó conocimiento.

Siguiendo viaje alcanzó á las caravanas indias que iban y venían de la cosecha de las manzanas, tal y como las vió Cabrera á su paso por estos lugares. Ya estaban más mansos que sus antepasados, pero seguían tan ladrones; algunos de ellos llevaban ganado robado en los campos de Buenos Aires, que se proponían vender en Valdivia. Dos desertores de la escuadrilla española que se les juntaron, movieron gran alboroto entre los indios, atribuyendo á Villarino intenciones hostiles, pero tuvieron su merecido, porque á la postre fueron asesinados por éstos.

Villarino adoptó la táctica de congraciarse con to-