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contrario, tuvo que pedir al jefe español protección contra una tribu auca vecina, cuyo cacique Guchumpilque, había sido asesinado por un hijo de Chulilaquin.

Villarino se la concedió á instancias de la princesa María López, cuñada del cacique, lenguaraza y de modales finos, casi aristocráticos. El astuto cacique achacaba la causa de la muerte de su rival á que éste le exigía que se juntara con él para exterminar á los españoles; quizá fuera todo lo contrario: que él matase á Guchumpilque por no prestarse á sus intenciones siniestras. De todos modos, Villarino fingió creerle, y le alojó en su cuartel. Chulilaquin se abrazó á su protector, dando gracias á Pepechel (una deidad), que le había traído su "mejor amigo".

Disgustados los aucas con Villarino porque éste no les dejaba vengarse de Chulilaquin, no dieron paso al correo que enviara aquél al gobernador de Valdivia con el fin de ponerse en comunicación con los españoles de Chile. Viendo esto Villarino; que ya había alcanzado la latitud de Valdivia (40 grados), y que el río crecía con las lluvias, decidió el regreso. Antes se lo comunicó á su protegido para que se pusiera en salvo. En efecto, el mismo día Chulilaquin levantó sus toldos y, siguiendo el curso