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manzaneros. Llegará á Nahuelhuapí, navegará el lago y el tren chileno le internará en la cordillera, dejándole ver el manto de nieve del Tronador y las náyades del baño del Buriloche.

Al fin parará en Ralún, antiguo puerto del estero de Reloncaví, en pleno Chiloé, y punto de cita de misioneros y soldados, yentes y vinientes dela región de los Césares; si el viajero interroga á algún viejo chilote, éste, interpretando á su modo los fenómenos de la cordillera, le dirá que el tronido de los lurtes son tiros de la artillería de los Césares, y que ciertas corrientes de cascajo y arena que descienden de los volcanes de Chonos son veredas trabajadas por los mismos para rodar sus cañones...

¡Tales son los livianos cimientos de la tradición; parece que nunca dejará de ser, y cuando no es, asombra que haya sido! En cuanto la de los Césares, su poesía ha ido á refugiarse en la memoria de unos cuantos chilotes que la recuerdan luminosa y florida como un jardín de leyenda y se transmite de padres á hijos, como últimas ondulaciones de una hermosa ficción que por tanto tiempo entretuvo á sus antepasados.


FIN