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—Pues no paSes adelante, que yo iré á hablar á mis hermanos y haré que te ayuden á vadear el río.

Volvió á pasar á nado; pero como tardara el socorro, Hernandarias tanteó el vado. Estando en esta operación, como los indios vieran descuidados á los españoles, se asomaron á la barranca y, tomándoles las vueltas, los encerraron en un circulo de flecheros y honderos, poniéndolos en grave aprieto. Muchos caballos se ahogaron y los soldados, bregando con la corriente, no podían manejar las armas. Todos fueron hechos prisioneros por los indios y Hernandarias llevado ante los caciques, que estaban bebiendo y con su vista solemnizaron más el baile y la fiesta.

Los caciques, bebiendo y consultando lo que harían de él, vió el capitán paraguayo á uno de la reunión con una flauta que la tocaba muy mal, y tomándosela, la compuso y aderezo y tocó con ella con tanta habilidad que, admirados los caciques, callaron para oirle, y uno de ellos que parecía ser el principal de todos le cobró tan grande afición por verle tocar tan bien, que dijo á los demás que no había de consentir en la muerte de aquel español.

Oído esto, una hija suya, en la que Hernandarias reconoció la gentil nadadora, se acercó al prisione-