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travesía, como indistintamente se llama, es una inmensa llanada, llena de salitreras y salinas y médanos de arena, ora sin un árbol que interrumpa la aridez del terreno, ora con manchas de chañares que más adelante se truecan en bosques de caldenes y otros árboles, entre los que descuella el quebracho blanco (aspidosperma), delgado y esqueiético, en consonancia con la pobreza del suelo. Otros arbustos hay como la tola y el churqui, siendo un hecho muy significativo que todos dan espinas en lugar de hojas, como signo de ingratitud de aquellos eriales. Los únicos seres vivientes que turban el silencio de esas soledades son los guanacos, que corren en bandadas, y algún jote (cathartes fætens), que picotea la carroña de algún animal muerto. Para colmo de desdicha, un viento de fuego, impetuoso, el zonda, levanta torbellinos de polvo salitroso y de arenas que ciegan á los caminantes.

Así pues, Cabrera, por querer flanquear la cordillera, hubo de internarse en esta travesía que parece la cuenca de un mar enjuto.

Por estos arenales lo más del año se ha de caminar de noche, por los grandes calores del día. La