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APUNTES ETNOLOGICOS

mutuamente. Descansaron allí algunos días tranquilos ya y seguros de los Caníbales, por que se hallaban en medio de civilizados, aunque también naúfragos.

Estos eran Ingleses, en número de veinte y tres, sólo siete se habían perdido, y entre esos su Capitán, tripulación de una fragata con cargamento de fierro para S. Francisco de California, que una deshecha tempestad había echado a estrellarse entre esos escollos.

Aquellos naúfragos en Cabo San Diego, Tierra del Fuego, de la cual escaparon por miedbío de los antropófagos fueguinos, eran Noruegos.

Y aquí ¡ay! que episodios conmovedores tuvimos que oir. Cuando el Mercurio llegó a su vista, eran cincuenta días que allí estaban penando. Se habían formado abrigos con los residuos de su barco, con varias tablas y maderas recogidas en la playa; en la playa habían podido salvar algunos víveres secos, además pescaban, mariscaban, cazaban, en fin vivían como mejor podían.

Al agregárseles los el cabo San Diego, que eran nueve, su número había crecido hasta treinta dos, además tenían un bote. Por lo que determinado de ir en busca de la estación de salvataje, se embarcaron después de algún descanso, nueve marinos, de los que cinco ingleses y los restantes noruegos, y salieron con rumbo Este costeando la Isla. De ellos no se supo más nada; probablemente e vueltos en una de esas ráfagas remolinos, frecuentes en esos parajes, los habría hecho estrellar entre esas piedras y habrían perecido. Los demás hallados en la Punta San Antonio, a nuestro paso el 15 de Agosto de 1887, descubiertos por los humos, el Mercurio los recogió y llevó a Buenos Aires. ¡Qué de cuentos terroríficos nos narraron, cuando llegados abordo y repuestos del penoso trasbordo, se vieron finalmente seguros, pisando firmes! Entre muchos cuentos nos narraron que al estrellarse su barco sobre esas peñas, siendo de noche la más oscura, se vieron de repente sumidos en la más profunda angustia, pues al rudo choque, se descoyuntó y deshizo, abriéndose enteramente con indecible estruendo y sin poder ya proveer a reparos de ninguna clase y aun más, al peso de sus 400 toneladas de carbón y fierro, se hundió.

Allí mismo algunos de los 30 marineros encontraron la muerte, otros echados a nadar a la aventura, ayudado por unos barriles y tablas halladas, llegaron, después de inenarrables sufrimientos, a ganar la costa.

De tres se cuenta que subidos, uno en pos de otro, hasta la cima del palo mayor y allí quedaron fuertemente asidos durante muchas horas, hasta que, calmada la borrasca, bajados, ganaron la playa, nadando. De esos horribles suplicios en gran parte, lo menos, se los habrían ahorrado, sino era por la abominable creencia, que de esas terroríficas relaciones escritas sobre Antropofagismo Fueguino leyeron, quizás, poco antes, esos desgraciados.

Estando yo en Ushuaia, oí también esta otra historia, contada por los Yahganes, que unos hombres (o espíritus) misteriosos y salvajes, vienen de las Islas del O. enemigos suyos (Onalapaton) en ciertas épocas del año, se esconden atrás de sus chozas y de noche, cuando ellos duermen, entran, los matan y se los comen. Estos serían los Alakalufes, de los cuales empero son acérrimos enemigos. Los Alakalufes (habitantes de los canales e Islas del Oeste) que los Onas llaman Chaskels, los tienen también por enemigos, les profesan odio acérrimo teniéndolos por antropófagos. Mas esta historia no tiene apoyo en ningun hecho, históricamente conocido, de modo que no pasa de ser otro, que un juego de imaginación asustada para inspirarse mayor odio contra ellos.

Es tan falso que hayan comido la carne de sus viejas, ni tampoco de sus enemigos, que por el contrario tienen un horror tan grande al antropofagismo, que más bien se habrían dejado morir de hambre. Nosotros tuvimos en la Misión varias ocasiones de preguntárselo, mas ellos se mostraron siempre horrorizados de crimen semejante y protestaron que nunca habían oído a sus viejos hablar de esto; lo que sí ellos como los Jahganes lo achacaban a los Chaskels.

Por el contrario sabemos que los Onas han sido, como sus pro-genitores del Norte del Estrecho, los Thehuelches, bastante hospitalarios, y estoy bien seguro, que si estós pobres náufragos noruegos en playa fueguin, se hubiesen encontrado con los Onas, no sólo, no habrían tenido que sufrir daño alguno, sino que estos compadeciéndose de ellos, los habrían ayudado, socorrido, como cuenta la historia, lo hicieron los Thehuelches con los marinos de Magallanes, abandonados en el río último de la Patagonia, que de ellos se llamó Río Gallegos.