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IX
 

Pues bien, este buen Misionero dedicado a esta tan importante como difícil tarea, estando siempre en medio de los niños a quienes quería y cuidaba con esmero, vigilándolos e instruyéndolos, oía y escuchaba sus sencillas conversaciones, aprendiendo él mismo de sus infantiles bocas su idioma en sus modales, palabras, expresiones, ahora alegres y chistosas, ahora tristes y quejumbrosas. Así que mientras les entretenía paciente y utilmente en la primera enseñanza de las letras, vocal y escrita, o en trabajitos de sus alcances, o dejándolos jugar y con ellos jugando él también, oyéndolos aprendía, pudiendo después de algun tiempo entenderlos y poco a poco hablarles, preguntándoles y respondiéndoles en su propio lenguaje. De tal modo llegó a ganar a esos niñitos, no menos que a sus propios padres aficionándoselos siempre más y más.

Tuvo la dicha además de haber venido temprano a la Misión, de quedarse después de mi salida, de la de mi sucesor y de otro más, en fin quedarse allí, como Director hasta la fecha, es decir más de quince años.

Pudo empero aprender ese Idioma (Ona) Shelknam con más tiempo y mayor facilidad, tenido ocasión de recoger un buen caudal lingüístico, si su salud en extremo delicada y precaria siempre, no se lo hubiera impedido.

Aprovechando sin embargo las oportunidades alcanzó a aprender en tanta copia voces, dichos y sentencias que si todo lo hubiera escrito, no cabe duda, tendríamos ya de ese lenguaje tanto material como para formar una obra voluminosa. Es por lo tanto muy sensible este contratiempo!

Me dió lo que tenía escrito ya, y en varias ocasiones me envió de palabras y proposiciones cuantas pudo recoger, que agregué a las demás. Y ahora hace poco me envió otras muchas palabras y sendas proposiciones. Mas habiendo yo podido visitarlo y pasar con él en la Misión de la Tierra del Fuego los últimos cuatro meses de 1908 y en medio de los Indios, pude recoger y con el repasar palabras, por palabras, y darme cuenta del sentido y de la pronunciación de todo lo que ahora expongo impreso en esta Edición.

En fin, si me fuera permitido dar un consejo, diría que es de suma y trascendental importancia que el Supremo Gobierno Argentino en unión con el Chileno, si fuera posible, formara una Comisión de Sabios Lingüistas y la enviara en estos parajes, para estudiar atenta y no menos que concienzudamente ese tópico, que fue nuestro anhelo desde que entramos en esas románticas tierras, pero que las múltiples, variadas e incesantes ocupaciones de la Misión nos impidieron prestarle aquella especial y continua atención, que el importante sujeto requería. Hace tiempo venido a Buenos Aires había oído decir, que esta Comisión se había formado ya y que se esperaba que entre poco saldría para llevarse allí y darse principio a esa importante tarea.

Desgraciadamente parece que esta Comisión o no se formó, o formada se deshizo, ignorándose los motivos que produjeron esos desenlaces. Nosotros nos habíamos regocijado pensando que entre poco podríamos valernos de los diligentes estudios que esos Sabios habrían publicado sobre la materia. Amarga desilusión!—Sin embargo si se espera más, pasados otros pocos años, será tarde: la pérdida de documentos preciosos será irremediable. Los pocos Indígenas que hasta hoy han sobrevivido a sus desgracias, habrán desaparecido para siempre.