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Ella sabe defenderse,
No acordándome que hay vida,
Bien que temí que habia muerte,
Saco en el coche la espada,
Calo el sombrero, enzainéme,
Hecho una cortina mas,
Porque ninguno me viese.
Arrójome, y como estaba
Tan airado y tan valiente,
Y ser valiente es ser cuerdo,
De muy valiente templéme.
Andaban Julia y Andres
En sus dimes y diretes,
Cuando hétele aqui á su padre,
Y al conde Páris hétele,
Dando voces el uno y otro.
Andres que los oye y siente,
Ardiendo en ira, buscaba
Entre lo rojo lo verde.
Fuese huyendo, y Julia entonces
Huyendo hacia el monte fuese.
Llegóse al coche el tal conde;
Dijo: ¿Cuyo coche es este?
De Alejandro, respondió
El cochero impertinente.
Cascáronle treinta palos
Repartidos en dos veces,
Los diez, por ser tu criado,
Y por cochero los veinte.
Escapé, viéronme huir;
Dijome el conde: ¡Olofernes,
Oid! ¡Esperad, Vinagre!
Y yo le respondí: Aceite.
Corrí enfin, como yo suelo,
Oí tu voz y lleguéme.
Agora, señor, te aviso
Que deste riesgo evidente
Hayas, si no es que de celos
Te vas á morir adrede.
Julia da en el monte voces,
Y antes que á ayudarla llegues,
Ha de encontrar á su padre;