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beis dado vos en el blanco , y no hay más que decir; del mismo modo se me presentará á mi que á vos con esa su pretension . Verdad es que no veo por qué deba veoir á vi sitarme simc visto yo vuestro vestido, y no si me estoy con el mio ; que venga si me echo a dormir en vuestra cama, y no si en la mia , una vez que absolutamenle quicra hacermela visila ; que alcabo no ha de ser tan lerdo y gro sero ese tal, sca quien se ſucre el que se os dejó ver entre sueños, que por verme á mí con vuestros paſos se engaño y me tome por otro. Pero side mí no hiciero caso, no se dignará venirme á visitar , ora vista yo vuestras ropas, ora las mias , sino que guardará para ros su visita . Mas bien presto lo sabremos todo; hasla yo mismo llegaré á creer que procede de arriba ese sueño si continuase á inenudo sus aparicioncs. Al cabo estamos, si vos asi lo teneis rc . suello y no hay lugar para otra cosa ; aquí estoy , señor; voyme luego a dormir en vuestra misma cama; veamos si con esto soñaré á lo regio , que sola esta esperanza pudiera inducirme á daros gusto en ello .»

XVII. Pensando Artabano hacer ver á Jerges que nada habia en aquello de realidad , despues de cste discurso , hizo lo que se le decia. Vistiúse , en efecto , con el aparalo de Jorgos, sentósc en el trono real, de alli se ſué á la cama, y he aqui que elmismo sueño que habia acomelido á Jer ges carga sobre Artabano , y plantado alli, le dice: « Con que tú cres el que con capa de lulor delienes á Jergcs para quc no mueva las armas contra la Grecia ? ¡Infeliz de 11! que ni aliora ni despues te alabarás de haber querido cstorbar lo que es preciso que se haga . Bien sabe Jerges lo que le espera si no quisiere obedecer .» XVII). Asi le pareció á Ailabano que le amenazaba el sueño y quc cn seguida con unos hierros encendidos iba á herirle en los ojos. Da luego un ſuerle grito , salta de la cana, y váse corriendo á sentar al lado de Jerges, lc cucn ta el sueño muy aca de ver, y a zádele despues: – « Yo, se