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res en esta reyerta sobre quedarse ó no en Salamina , cuando vieron la resolucion de Euribiades, empezaron á prepararse para entrar alii mismo en combate . Vino el dia , y en el punto de salir el sol sintióse un terremoto de mar y tierra. Parecióles á los Griegos que no sólo sería bien acudir a los dioses con sus oraciones y votos, sino . tambien !lamar á los Eácidas en asistencia y compañia suyil, y asi lo cjecutaron ; porque habiendo hecho sus rue gos á todos los dioses, tomaron de Salamina misma á Ean te y á Telamon , y enviaron á Egina una nave para traer á Eaco y á los demas Cacidas[1].

LXV. Más es todavía lo que contaba Diceo , hijo de Téo cides, natural de Atenas é ilustre desterrado entre los Per Eas: que en el tiempo en que la infanteria de Jerges iba talando el Alica, desierta de ciudadanos, hallábase él ca sualmente en el campo Triasio[2] en compañía del Lace demonio Demarato ; que vieron alli una polvareda que salia de Eleusina , cual suele levantar un cuerpo de treinta mil hombres; y como ellos, maravillados , no entendiesen qué genlo podria ser la que tanto polvo levantaba, oyeron de repente una voz que á él le pareció ser aquella oda so lemno y mística llamada Iacco . Preguntóle Demarato, que ko tenia experiencia de las ceremonias que se usan en Eleusina , qué venia á ser aquella voccria ; á lo que Diceo


  1. Sin duda su pretension era que estos misteriosos ídolos, se mejantes á los Dioscuros, acompañasen la armada, como entre los Turcos el estandarte de Mahoma.
  2. Lanura vecina á la antigua Eleusis, que es al presente la al dea de Lepsina . En cuanto al prodigio , no es de creer que Herodo to asienta á él, como á otrosmil que refiere. Los historiadores no quieren por lo comun ser mėnos aplaudidos que los cómicos, y se acomodan por lo mismo al sabor de los lectores; y no es por lo mis . mo más de extrañar que alimente Herodoto de ficciones y maravi. las á lectores gentilicos y supersticiosos, que el espíritu de impio . dad y de pedante filosofia de que llenan sus volúmenes muchos de los que tachan de crédulo á nuestro autor.