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cial la beocia , pues ésta entretanto servía mucho á los bár baros, a quienes en la fuga amparaba y cubria , apartando de ellos al enemigo , de quien nunca se alejaba . Vencedo res ya los Griegos, iban con brio siguiendo y matando á la gente de Jerges.

LXIX. En medio de esta derrota y terror de los venci. dos, llega á las tropas griegas, que atrincheradas cerca del Hereo no se habian hallado en la accion , la feliz jueva de que acababa de darse una batalla decisiva, conla en tera victoria cbtenida por la gente de Pausanias . Habida esta noticia , salen los cuerpos de su campo , pero lodos en tropel y sin órden de batalla . Los Corintios tumaron la mar cha por las raíces del Citeron , siguiendo entre los cerros por el camino de arriba, que va derecho al templo de Cé res; pero los Megarenses y los de Fliunte echaron por el campo abierto , por donde eramás llano el camino . Lo que sucedió fué, que viendo la caballeria de los Tebanos cerca ya de los enemigos á entrambos cuerpos de Megarenses y Fliasios, que caminaban aprisa y de tropel, el general de ella, Asopodoro, hijo de Timandro , cargó de repente con tra ellos, y dejó en su primer impetu tendidos á600, obli gando a todos los demas á refugiarse en el Citeron , acosa dos del enemigo . De esta suerte acabaron sin gloria , por tándose cobardemente .

LXX. Los Persas, con la demas turha del ejército , re fugiados ya en el ſuerte de madera , se dieron mucha prişa en subirse á las torres y almenas ántes de que llegasen allá los Lacedemonios , y subidos procuraron fortificar y guarnecer lo mejor que pudieron sus trincheras y baluar tes. Llegan despues los Lacedemonios, y emprenden con todo empeño el ataque del fuerte ; pero hasta que llegaron los Atenienses en su ayuda, los Persas rebatian el asalto , de modo que los Lacedemonios, no acostumbrados á sitios ni toma de plazas , llevaban la peor parte en la accion . Ve pidos ya los Atenienses, dióse el asalto con mayor empeño