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provincia de Aragon, el estudio de la lengua griega y el gusto por las bellezas de su literatura, y defendió conclusiones en extremo aplaudidas por los inteligentes. Su erudicion y buen gusto en las bellas letras movieron á sus su periores á encargarle la reforma de los estudios de latinidad en los colegios de Aragon; y sucesivamente enseñó retórica en Tarragona, filosofia en Calatayud, y griego en la universidad de Cervera. En Calatayud fué donde principalmente se dió a conocer con sus famosas Theses Bilbilitanæ, en las cuales con vasta erudicion y muy castizo latin vertió las doctrinas de la antigüedad, y se puso al nivel de cuanto se sabía entonces de más escogido y profundo en los estudios históricos de filosofia. Sobresalió particularmente en los idiomas griego y latino, para lo cual basta decir que descolló entre los hombres más célebres que tuvo la Compañía en el siglo pasado: su reputacion de helenista fué sostenida siempre en las capitales más cultas de Europa por la rara inteligencia con que explicaba los pasajes más oscuros de los cómicos y trágicos griegos, y de la cual es el más sólido y glorioso monumento la importante obra que damos á luz. Expulsados de España los Jesuitas en 1767, continuo Pou durante algun tiempo en el asilo que le dió Italia sus lecciones de griego y latin para los jóvenes alumnos de la Compañía, y enseñó despues la lengua griega con aprobacion de la corte de España en el colegio mayor de San Clemente de Bolonia. Más adelante, á instancia del cardenal mallorquin D. Antonio Despuig, entonces auditor de la Rota, pasó á Roma, donde por sus conocimientos en antigüedades era consultado frecuentemente para descifrar inscripciones y medallas, y donde le honraron con su amistad y compado cieron su desgracia los sabios nacionales y extranjeros. Cuando en 1797 el Sr. D. Cárlos IV dió permiso á los Jesuitas españoles para volver á su patria, Pou regresó á Mallorca, viviendo en la capital, donde disfrutó desde 1799 de una doble pension anual concedida por el Rey; hasta que, exci-