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manos, y asi curtida la guardan como si fuera una toalla , Ei Escita guerrero ata de las riendas del caballo en que va montado y lleva como en triunfo aquel colgajo humano, y quien lleva o posee mayor número de ellos es reputado por el más bravo soldado: áun se hallan muchos entre ellos que hacen coser en sus capotes aquellas pieles, como quien cose un pellico . Otros muchos, desollando la mano derecha del enemigo, sin quitarla las uñas, hacen de ella , despues de adobada , una tapa para su aljaba; y no hay que admi. rarse de esto , pues el cuero humano, recio y reluciente, sin duda adobado saldria más blanco y lustroso que ninguna de las otras pieles. Otros muchos, desollando almuerto de piés á cabeza , y clavando en un palo aquella momia , van paseándola en sú mismo caballo .

LXV. Tales son sus leyes y usos de guerra; pero aun hacen más con las cabezas, no de todos, sino de sus mayo. res enemigos. Toma su sierra el Escita y corta por las cejas la parte superior del cráneo y la limpia despues ; si es pobre , conténtase cubriéndole con cuero crudo de buey; pero si es rico, lo dora , y tanto uno como otro se sirven despues de! cráneo como de vaso para beber[1]. Esto mismo pratican aún con las personas más familiares y allegadas; si te niendo con ellas alguna riña ó pendencia, logran sentencia favorable contra ellas en presencia del rey . Cuando un Es. cita recibe algunos huéspedes á quienes honra particular mente, les presenta las tales cabezas convertidas en vasos, y les da cuenta de cómo aquellos sus domésticos quisieron hacerle guerra , y que él salió vencedor. Esta , entre ellos, es la mayor prueba de ser hombres de provecho.

LXVI. Una vez al año , cada gobernador de distrito suele


  1. Esta moda bárbara y delicada crueldad parece haber sido comun á las naciones de origen turco y tártaro. Seguíanle los Isedones. y del mismo modo los Hunos, Longobardos, Avaros, Búlgaros y otros pueblos septentrionales, esparciaos más tarde por el Imperio romano.