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han fuga de sus escaramuzas , oyendo los caballos el rebuzno de los burros volviansc de repente perlurbados, y les en trala tal miedo y espanto , que se paraban con las orejas levantadas, como quicncs nunca habian oido aquel sonido ni visto aquella figura . No dejaba csto de tener alguna parte en el éxito de las refricgas .

CXXX. Mas como vicson los Escitas que los Persas turbados empezaban a desmayar y no sabian qué hacerse, se valieron de un artificio que les convidase á delenerse más en la Escitia , y aumentase de este modo su trabajo viéndo: se faltos de lodo. Dejaron , pues, alli cerca una porcion do ganados juntamente con sus pastores[1], y se fueron hácia otra parte. Los Persas, encontrando aquel ganado, se lo Uevaban muy uſanos y contentos con su presa.

CXXXI. Despues de haber entretenido muchas veces al enemigo con aquel ardid , no sabia ya Dario qué partido; lomar. Entendianlo bien los reyes de los Escitas, y deler. minaron cnviarle un horaldo que le regaląsc du su parte un pájaro, un raton , una iana y cinco saclas. Los Persas no hacian sino preguntar al portador les explicase qué signifi caban aquellos presentes; pero él les respondió que no te nia más órden que la de regresar con toda prontilud , una vez entregados los dones, y que bien sabrian los Persas, si cran lan sabios como lo presumian , duscifrar lo que significaban los regalos.

CXXXII. Oido lo que el enviado les decia , pusiéronse los Pcrsas á discurrir sobre el enigma. El parecer do Dario era que los Escitas con aquellos doncs sc rendian á su so.: berania , cntregándose á si mismos, entregándole la tierra y entregándole el agua , en lo cual se gobernaba por sus conjeturas; porquo el raton , dccia , cs un animal que so


  1. Se ve quo dichos rebaños no serian sino para cobar al Persa y detenerlo en el pais para que pereciese de hoiabre cou la escenard devivores á proporcion de su inmonsa muchodumbre.