— Será muy rico...
— Inmensamente.
— ¿Es jóven?
— Sí... todavía... tendrá unos cincuenta años.
— ¿Tiene familia?
— Es solito como U., - dijo la vieja haciendo una mueca picaresca.
— ¡Me parece un sueño, ganar yo cinco mil pesos!
— Es realidad, hija mia.
— Dios habrá tenido misericordia de mí.
— Así es la Providencia; nunca abandona á sus criaturas.
Ambas permanecieron en silencio algunos instantes, hasta que Sofía preguntó:
— Dígame, ¿y qué deberé hacer yo?
— Esa es cosa muy sencilla. U. irá sola ó conmigo...
— Preferiría ir con U.
— Está bien, iremos juntas. Así que entremos á la casa nos conducirán al gabinete; la dejaré mientras la espero en otra pieza y U. se desnuda...
— ¡Desnudarme yo! ¿Y para qué? - esclamó Sofía asustada.
— Vaya, que es U. muy niña! - replicó doña Inocencia - ¿Cómo supone que van á tomarla por modelo de Vénus sin sacarle la ropa?