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LOS SUBTERRÁNEOS

— Será muy rico...

— Inmensamente.

— ¿Es jóven?

— Sí... todavía... tendrá unos cincuenta años.

— ¿Tiene familia?

— Es solito como U., - dijo la vieja haciendo una mueca picaresca.

— ¡Me parece un sueño, ganar yo cinco mil pesos!

— Es realidad, hija mia.

— Dios habrá tenido misericordia de mí.

— Así es la Providencia; nunca abandona á sus criaturas.

V

Ambas permanecieron en silencio algunos instantes, hasta que Sofía preguntó:

— Dígame, ¿y qué deberé hacer yo?

— Esa es cosa muy sencilla. U. irá sola ó conmigo...

— Preferiría ir con U.

— Está bien, iremos juntas. Así que entremos á la casa nos conducirán al gabinete; la dejaré mientras la espero en otra pieza y U. se desnuda...

— ¡Desnudarme yo! ¿Y para qué? - esclamó Sofía asustada.

— Vaya, que es U. muy niña! - replicó doña Inocencia - ¿Cómo supone que van á tomarla por modelo de Vénus sin sacarle la ropa?