Ir al contenido

Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/151

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
149

do, como se ha dicho, en el común peligro algún remedio, no dejó de oír las razones Arnaldo del desesperado, y él y Periandro acudieron a la barca, y habiendo, antes que entrasen en ella, ordenado que entrase en el esquife Antonio el mozo, sin acordarse de recoger algún bastimento, él, Ladislao, Antonio el padre, Periandro y Clodio, se entraron en la barca, y fueron a abordar con el esquife, que algún tanto se había apartado del navío, sobre el cual ya pasaban las aguas, y no se parecía dél sino el árbol mayor, como en señal que allí estaba sepultado. Llegóse en esto la noche, sin que la barca pudiese alcanzar al esquife, desde el cual daba voces Auristela llamando a su hermano Periandro, que la respondía, reiterando muchas veces su para él dulcísimo nombre. Transila y Ladislao hacían lo mismo, y encontrábanse en los aires las voces de “¡Dulcísimo esposo mío!” y “¡Amada esposa mía!”, donde se rompían sus disinios y se deshacían sus esperanzas con la imposibilidad de no poder juntarse, a causa que la noche se cubría de escuridad y los vientos comenzaron a soplar de partes diferentes.

En resolución: la barca se apartó del esquife, y como más ligera y menos cargada, voló por donde el mar y el viento quisieron llevarla; el esquife, más con la pesadumbre que con la carga de los que en él iban, se quedó como si aposta quisieran que no navegara. Pero cuando la noche cerró con más escuridad que al principio, comenzaron a sentir de nuevo la desgracia sucedida; viéronse en