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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/178

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samientos ajenos, ni quieras saber más de nadie de aquello que quisiere decirte: la curiosidad en los negocios propios se puede sutilizar y atildar; pero en los ajenos, que no nos importa, ni por pensamiento.

Esto que oyó Auristela a Mauricio la hizo tener cuenta con su discreción y con su lengua, porque la de Transila, poco necia, llevaba camino de hacerle sacar a plaza toda su historia. Amansó en tanto el viento, sin haber dado lugar a que los marineros temiesen ni los pasajeros se alborotasen. Volvió el capitán a verlos y a proseguir su historia, por haber quedado cuidadoso del sobresalto que Auristela tomó oyendo el nombre de Periandro. Deseaba Auristela volver a la plática pasada y saber del capitán si los favores que Sinforosa había hecho a Periandro se extendieron a más que coronarle, y así se lo preguntó modestamente y con recato de no dar a entender su pensamiento. Respondió el capitán que Sinforosa no tuvo lugar de hacer más merced, que así se han de llamar los favores de las damas, a Periandro, aunque, a pesar de la bondad de Sinforosa, a él le fatigaban ciertas imaginaciones que tenía de que no estaba muy libre de tener en la suya a Periandro, porque siempre que, después de partido, se hablaba de las gracias de Periandro, ella las subía y las levantaba sobre los cielos, y por haberle ella mandado que saliese en un navío a buscar a Periandro, y le hiciese volver a ver a su padre, confirmaba más sus sospechas.