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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/197

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CAPITULO III
DEL SEGUNDO LIBRO

Apenas supo Policarpo la indisposición de Auristela, cuando mandó llamar sus médicos que la visitasen; y como los pulsos son lenguas que declaran la enfermedad que se padece, hallaron en los de Auristela que no era del cuerpo su dolencia, sino del alma; pero antes que ellos conoció su enfermedad Periandro, y Arnaldo la entendió en parte, y Clodio mejor que todos. Ordenaron los médicos que en ninguna manera la dejasen sola, y que procurasen entretenerla y divertirla con música, si ella quisiese, o con otros algunos alegres entretenimientos. Tomó Sinforosa a su cargo su salud, y ofrecióle su compañía a todas horas, ofrecimiento no de mucho gusto para Auristela, porque quisiera no tener tan a la vista la causa que pensaba ser de su enfermedad, de la cual no pensaba sanar, porque estaba determinada de no decilles que su honestidad le ataba la lengua, su valor se oponía a su deseo. Finalmente, despejaron todos la estancia donde estaba, y quedáronse solas con ella Sinforosa y Policarpa, a quien con ocasión bastante despidió Sinforosa, y apenas se vió sola con Auristela, cuando, poniendo su boca