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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/206

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lo que con él te hubiere sucedido: que ni a ti te faltará lugar para hablarle, ni a mí tampoco.

De nuevo volvió Sinforosa a agradecer a Auristela su ofrecimiento, y de nuevo volvió Auristela a tenerle lástima. En tanto que entre las dos esto pasaba, se las había Arnaldo con Clodio, que moría por turbar o por deshacer los amorosos pensamientos de Arnaldo; y hallándole solo, si solo se puede hallar quien tiene ocupada el alma de amorosos deseos, le dijo:

—El otro día te dije, señor, la poca seguridad que se puede tener de la voluble condición de las mujeres, y que Auristela, en efeto, es mujer, aunque parece un ángel, y que Periandro es hombre, aunque sea su hermano; y no por esto quiero decir que engendres en tu pecho alguna mala sospecha, sino que críes algún discreto recato; y si por ventura te dieren lugar de que discurras por el camino de la razón, quiero que tal vez consideres quién eres, la soledad de tu padre, la falta que haces a tus vasallos, la contingencia en que te pones de perder tu reino, que es la misma en que está la nave donde falta el piloto que la gobierne. Mira que los reyes están obligados a casarse, no con la hermosura, sino con el linaje; no con la riqueza, sino con la virtud, por la obligación que tienen de dar buenos sucesores a sus reinos. Desmengua y apoca el respeto que se debe al príncipe el verle cojear en la sangre, y no basta decir que la grandeza de rey es en sí tan poderosa que iguala consigo misma la bajeza de la