CAPITULO V
DEL SEGUNDO LIBRO
Efetos vemos en la naturaleza de quien ignoramos las causas: adormécense o entorpécense a uno los dientes de ver cortar con un cuchillo un paño; tiembla tal vez un hombre de un ratón, y yo le he visto temblar de ver cortar un rábano, y a otro he visto levantarse de una mesa de respeto por ver poner unas aceitunas. Si se pregunta la causa, no hay saber decirla, y los que más piensan que aciertan a decilla, es decir que las estrellas tienen cierta antipatía con la complexión de aquel hombre, que le inclina o mueve a hacer aquellas acciones, temores y espantos, viendo las cosas sobredichas y otras semejantes que a cada paso vemos. Una de las difiniciones del hombre es decir que es animal risible, porque sólo el hombre se ríe, y no otro ningún animal; y yo digo que también se puede decir que es animal llorable, animal que llora; y ansí como por la mucha risa se descubre el poco entendimiento, por el mucho llorar, el poco discurso. Por tres cosas es lícito