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Página:Los trabajos de Persiles y Sigismunda - Tomo I (1920).pdf/214

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dará nada del qué dirán, y cuando por ésta, si pareciere locura, me quitaren el reino, reine yo en los brazos de Auristela, que no habrá monarca en el mundo que se me iguale. Es mi intención, hija, que tú se la digas, y alcances de ella el sí que tanto me importa, que, a lo que creo, no se le hará muy dificultoso el darle, si con su discreción recompensa y contrapone mi autoridad a mis años y mi riqueza a los suyos. Bueno es ser reina, bueno es mandar; gusto dan las honras, y no todos los pasatiempos se cifran en los casamientos iguales. En albricias del sí que me has de traer de esta embajada que llevas, te mando una mejora en tu suerte, que, si eres discreta, como lo eres, no has de acertar a desearla mejor. Mira: cuatro cosas ha de procurar tener y sustentar el hombre principal, y son: buena mujer, buena casa, buen caballo y buenas armas. Las dos primeras, tan obligada está la mujer a procurallas como el varón, y aun más, porque no ha de levantar la mujer al marido, sino el marido a la mujer; las majestades, las grandezas altas, no las aniquilan los casamientos humildes, porque, en casándose, igualan consigo a sus mujeres; así que, séase Auristela quien fuere, que, siendo mi esposa, será reina, y su hermano Periandro mi cuñado, el cual, dándotelo yo por esposo, y honrándole con título de mi cuñado, vendrás tú también a ser estimada, tanto por ser su esposa como por ser mi hija.

—¿Pues cómo sabes tú, señor—dijo Sinforo-