de turbar mi vista y enmudecer mi lengua. Mejor será escribírtelo en un papel, porque las razones serán siempre unas, y las podrás ver muchas veces, viendo siempre en ellas una verdad misma, una fe confirmada y un deseo loable y digno de ser creído; y así, determino de escribirte.
Quietóse con esto algún tanto, pareciéndole que con más advertido discurso pondría su alma en la pluma que en la lengua. Dejemos escribiendo a Periandro, y vamos a oír lo que dice Sinforosa a Auristela, la cual Sinforosa, con deseo de saber lo que Periandro había respondido a Auristela, procuró verse con ella a solas y darle de camino noticia de la intención de su padre, creyendo que, apenas se le habría declarado, cuando alcanzase el sí de su cumplimiento, puesta en pensar que pocas veces se desprecian las riquezas ni los señoríos, especialmente de las mujeres, que por naturaleza las más son codiciosas, como las más son altivas y soberbias. Cuando Auristela vió a Sinforosa, no le plugo mucho su llegada, porque no tenía qué responderle, por no haber visto más a Periandro; pero Sinforosa, antes de tratar de su causa, quiso tratar de la de su padre, imaginándose que con aquellas nuevas que a Auristela llevaba, tan dignas de dar gusto, la tendría de su parte, en quien pensaba estar el todo de su buen suceso, y así le dijo:
—Sin duda alguna, bellísima Auristela, que los cielos te quieren bien, porque me parece que quie-