224
de ti misma; vuelve, señora, en ti, y no te haga una vana presunción celosa salir de los límites de la gravedad y peso de tu raro entendimiento. Considera quién eres, y no se te olvide de quién yo soy, y verás en ti el término del valor que puede desearse y en mí el amor y la firmeza que puede imaginarse; y firmándote en esta consideración discreta, no temas que ajenas hermosuras me enciendan, ni imagines que a tu incomparable virtud y belleza otra alguna se anteponga. Sigamos nuestro viaje, cumplamos nuestro voto, y quédense aparte celos infructuosos y mal nacidas sospechas. La partida desta tierra solicitaré con toda diligencia y brevedad, porque me parece que, en salir della, saldré del infierno de mi tormento a la gloria de verte sin celos.”
Esto fué lo que escribió Periandro, y lo que dejó en limpio al cabo de haber hecho seis borradores; y, doblando el papel, se fué a ver a Auristela, de cuya parte ya le habían llamado.